Si hay un lugar apropiado para poner en alerta máxima los placeres sensoriales, ese no es otro que el restaurante Es Raor. Vista, gusto, olfato…, en una recreación de sus estadios más felices.
En primera línea, besando el mar, frente a sa Dragonera, en la cala de Sant Elm, justamente, en el balcón más hermoso del ocaso mediterráneo, hallamos Es Raor.
Todo en él —terrazas, interiores— rezuma el encanto de la mediterranía, no en vano fue una casa de pescadores con más de tres siglos de historia.
Y es así como llegamos a una propuesta gastronómica a la altura de tan extraordinario enclave.
Cocina con raíces, a base de producto de alta gama tratado con mimo y profesionalidad, para proponer apetitosos entrantes; una gran variedad de pescados y mariscos (nada de piscifactoría); una selección de carnes y, claro está, sus famosos arroces, fideuás y calderetas. Llegados al regio cereal, decir que le dan el punto, el arroz se presenta en esa indefinición que tanto gusta al comensal mallorquín, no es al dente, sino a la mallorquina, sin olvidar que, por ejemplo, en la paella las gambas serán rojas de Sóller o el calamar fresco nacional.
Como epílogo de una buena comida nada mejor que los postres caseros de la casa, para ligar la dulzura con la extraordinaria belleza del sitio, mientras apuramos la copa del vino que hayamos elegido de su selecta bodega.